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Su pincel viaja sin problemas de la plástica precolombina al pop art. Va del paisajismo a la naturaleza muerta y luego al cubismo. El transito incluye estacionamientos fugaces por la estampa japonesa, el barroco español, determinado romanticismo alemán y etcétera. No paramos de contar. Probablemente no practique otro estilo distintivo que la fusión. Apabullante pero controlada. Una extraordinaria cantidad de elementos interactuando en medio de cromatismos, sensaciones, tensiones y amalgamas.

"No hay una génesis puntual en el transcurso del tiempo. Las obras se gestan poco a poco y en algún momento se confirman como proyecto o serie. Muchas veces coinciden en el mismo tiempo, solo que algunas maduran antes", dice el maestro. En efecto, “Nudo gordiano”, su muestra inmediatamente anterior, aludía directamente a la metáfora griega. Han pasado 4 años y esta vez el referente es la cinta de Moebius, que tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable.

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Y "Moebius", la muestra que ahora inaugura en La Galeria de San Isidro, son 9 acrílicos sobre lienzo en gran formato para un juego de acertijos de connotaciones ciertamente figurativas navegando en alguna de las representaciones del semiabstracto. Un juego de experimentación combinada en el que convergen 5 medios formatos en tecnica mixta sobre papel para, como dice él mismo, "lograr una narración situada en dos tiempos que se superponen, se individualizan, dan saltos atrás, a los lados. En fin, un juego que invita a la participación".

Será en esa tensión entre lo visible y lo invisible, en la dualidad de una abstracccion sobre la que se van deslizando suavemente formas reconocibles, cuando el talento de Ramiro Pareja (Arequipa, 1952) despliegue una y otra vez esa liberrima creatividad perfectamente proporcional a su relación con la materia: esta vez es el acrílico, aunque bien pudo ser temple, encáustica, acuarela, pastel, tinta, carboncillo, lápices de colores, crayón. Y no paramos de contar, otra vez.

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Entre la agonía franquista y los primeros bombazos de ETA: allí aterriza un veinteanero arequipeno. No será un bucólico prado flanqueado por volcanes, pero estamos cerca del Museo del Prado. Estamos en 1972, son los primeros años de una movida madrileña permeada por la irrupción del pop y el desmadre del kitsch, alimento integral de una vanguardia artística española que, lejos de declinar, irá bebiendo de lo conceptual.

"Empecé a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Tambien trabajé en una cristalería y fui camarero. Hasta que finalmente tuve la suerte de ser ilustrador gráfico. Eso era lo mío", recuerda el maestro. Luego se fue a la Hochschule für Angewandte Kunst de Viena antes de regresar a la capital española para obtener una licenciatura en la Complutense.

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El pincel de Pareja ardió en ese y otros fuegos, atendiendo a un talento que despues seria perfectamente rastreable en lo dúctil, Luego se fue a vivir a la Baviera alemana, exilio voluntario atemperado por periódicas apariciones en las galerias de su país. Remakes de Velázquez, Rubens, Tiziano y Juan Gris en clave posmoderna; homenajes al universo literario, cinematográfico y plástico que pobló su niñez; cuadros dentro del cuadro en solventes reapropiaciones de Durero, Goya o Vermeer.

Y acercándose a lo contemporáneo, homenajeará al fotógrafo Mike Disfarmer, a las pin-up de su paisano Vargas y las geishas de Utamaro. A la idea del viaje corporeizándose en diferentes personajes extraídos del tiempo y del espacio. Hasta ese vertiginoso tránsito por los azules de la abstracción ("Revelaciones", 2016), la última exposición que montó a larga distancia antes de que decidiese volver, cosa que ocurrió en octubre del 2017 cuando clava su caballete frente al mar de Mejía, la playa favorita de los characatos. Y se puso a atar nudos.

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"Lamentablemente no me quedé en Mejia. Por razones personales di marcha atrás el 2020 y desde entonces resido en Madrid. Y como veo que la situación no va a cambiar, me siento contento", dice, apenas aterrizado en el Jorge Chávez, camino a La Galeria para terminar el montaje de "Moebius". Y cómo ves el estado del arte en el país? "Me siento triste y desconcertado, hay mucha avidez de éxito y enriquecimiento fácil como fin primero. Los acontecimientos y otras situaciones políticas sociales resultan deprimentes y se ve su contagio en todo ámbito", concluye.

Y entonces nos vuelve a transportar hasta el borde de ese maremágnum sólido de colores. Hacia esa reconstrucción lógica hecha con puntos espaciales, módulos y planos en distorsión controlada. Un universo de formas minimalistas, neogeométricas, coherentes con su ritmo interior, con su gestualidad lírica. Cromatismos, sensaciones, tensiones, amalgamas. Y aplausos.

Lugar: La Galería (Conde de la Monclova 255, San Isidro).

Fecha: Del 13 de abril hasta el 6 de mayo.

Horario: de lun. a vier. de 11 a.m. a 8 p.m.; sáb. de 4 a 8 p.m.

Ingreso: libre