Un bosque de diagonales, de líneas rectas y colores primarios avanza por espacios dinámicamente balanceados. Decididamente antidecorativo, va del centro hacia la periferia evitando estructuras cúbicas cerradas. Conspira contra la simetría rígida. Su búsqueda no es por un diseño gráfico diferente, también quiere una arquitectura plena. Rica en equilibrio y asimetría. Que sus composiciones tengan también universalidad y espiritualidad. Que tengan estructura matemática y armonía universal.

Se trata, sin duda, de esa corriente pictórica que nace del matrimonio entre tecnología y forma visual, esa dimensión estética que se había iniciado en Rusia y Holanda —con nombres prominentes como Kasimir Malevich, Piet Mondrian y Theo van Doesburg— y que con el tiempo devendría en una de las preocupaciones más importante entre las disciplinas visuales del siglo XX. Tanto que influiría en el pacasmayino Emilio Goyburu (1897-1962), nuestro intrépido vanguardista en el auroral siglo xx y decididamente abstracto geométrico ya en los cincuenta.

Al creador de la inmortal portada del poemario “5 metros de poemas” de Carlos Oquendo de Amat (1925) le sucedería Regina Aprijaskis (Burdeos, 1919-Lima, 2013), artista franco-búlgara formada en nuestra por entonces indigenista Escuela de Bellas Artes. Su estancia de casi dos décadas en Nueva York bajo la poderosa influencia de Rothko, Barnett Newman y Theodoros Stamos determinarán su viraje hacia la abstracción geométrica.​ Nuestros años sesenta serían no menos geométricos gracias a Ella Krebs (Callao, 1926), eximia cultora en sus variables lírica, óptica y cinética.

-Línea y quiebre-

Ciertamente, pintores no precisamente devotos de la abstracción también serían tocados por ella: alguna partición de planos y fragmentos horizontales quebrando líneas en el arte de Alberto Dávila, Sabino Springett y Fernando de Szyszlo. Hasta la aparición de Mariella Agois (Lima, 1956-2024)​, que adscribe a la línea dura como principio compositivo dinámico convenientemente alimentado por lo artesanal, orgánico, precolombino y digital. Una retrospectiva suya —“Sistemas geométricos. Pinturas 2008-2023”— aún se puede ver.

Post Agois, el filo duro encontrará en Valentino Sibadon (Lima 1984) a su cultor más descollante. Formado tanto en Bellas Artes como en connotados centros de diseño digital, con una respetable cantidad de individuales entre Lima, Bogotá y Buenos Aires, acaba de colgar once pinturas de 100 x 100 cm. Esa es la instalación principal, la pintura negra gobierna el lienzo crudo. E impone el patrón de las esculturas de pared, que parten del mismo modulo y generan distintos efectos de acuerdo a su ensamblaje.

“Hace referencia a cómo un mismo hecho puede tener diferentes lecturas. Y eso es algo que sucede actualmente con la información en la era de la post-verdad, donde los hechos varían según el ojo editor con el que se elija juzgar”, dice el artista. “Es el enfrentamiento de versiones, es la verdad ’oficial’ contra la verdad que, creo, es ’verdadera’. Esto es, la hipocresía de la prensa televisada o impresa que niegan situaciones obvias o exageran posiciones, la manera en la que victimarios se esconden como víctimas, las conspiraciones que terminaron siendo reales, etcétera”.

-Sinfónica y matemática-

Poblado por formas simples, detalles de ventilación, diagonales dinámicas, formas cursivas y sistemas modulares intercambiables, el conjunto también le hace guiños al diseño industrial. En un movimiento que detona entre lo moderno y lo ancestral, especialmente en su hermetismo, correspondencia, causa–efecto, ritmo y vibración. Terminales puntiagudos, diagonales, fugas y secuencias inspiradas en la dinámica de la ciencia ficción. Pintura peinada sobre tela cruda. Manufactura artesanal sobre secuencias rectas de filo duro. Todo abona al concepto de modularidad y a la generación de resultados distintos según su ensamblaje.

“Progresivamente fui mezclando los cuadros negros con otras piezas y sucedieron nuevos ensambles, a veces rotándolos como un Dominó. En esta muestra hago una instalación lineal con los cuadros de un metro de altura y dos esculturas, que parten de la misma forma inspirada en los dibujos de los cuadros, Según cómo se ensamblen dan distintos resultados, creo que es una manera de jugar con las piezas”, concluye Sibadon, admirador de diseñadores de modas, carroceros japoneses y músicos avant-garde.

En suma, el suyo es un viaje hacia la convergencia que en cada ángulo agudo encuentra su punto de inflexión. La audacia de la geometría en su encuentro con la perfección matemática. Para que la belleza aflore con simplicidad elegancia, orden y equilibrio. En una sinfonía visual sobriamente poblada de ritmo, precisión y claridad.

La Galería

Conde de la Monclova 255 – San Isidro

Hasta el 8 de junio

De lunes a viernes de 11 a 7 p.m. y sábados de 3 a 7 p.m.

Tlf.: 422 1099 – 222 3736.