Tiene sesentaitrés años, cincuentaitrés individuales y colectivas aquí y afuera. Es profesor universitario y filósofo. También es arequipeño y, a diferencia de sus colegas y coterráneos, desde el amanecer de su vida artística hizo que su pincel se desmarcase del sempiterno costumbrismo-paisajismo: sus pinturas representan interiores tranquilos y momentos íntimos de la vida de mujeres en escenas aparentemente simples, pero que exudan misterio y profundidad psicológica. El contraste entre luces y sombras denota una profunda comprensión de la luz natural.

Con el añadido de esos acabados etéreos claramente deudores de Vermeer y Hopper, el mistiano manipula la temperatura del color creando un equilibrio armonioso entre los tonos cálidos y fríos. Esto es lo que es lo que confiere a sus escenas una atmósfera donde la luz no solo ilumina: también narra. Tributario también de pintores como Staprans, Romiti, Kline y de Kooning, Ricardo Córdova no duda en homenajearlos explícitamente en una especie de diálogo intertextual que explora, reinterpreta y recontextualiza a sus maestros.

“Ya no hay nada que no se haya visto antes en algún lugar. Es más, considero que mientras más referencias y más instrucción visual tenga un artista, más enriquecida será su obra. Los primeros pintores que mencionas han sido una constante en toda mi obra por sus coincidencias esenciales. Los otros me sedujeron en un momento determinado por mi curiosidad hacia el expresionismo abstracto y estuvieron presentes en algunas obras, tanto en ventanas como en puertas de mis interiores. En algunas obras estoy recreando esa corriente dentro de mis arquitecturas interiores con creaciones propias”.

Consultado sobre el estado actual de la pintura arequipeña, como buen hijo de un volcán activo no duda en hacer uso de munición de grueso calibre: “En mi libro sobre la acuarela en los últimos 50 años menciono que no existe una escuela de pintura arequipeña sino más bien una tendencia, pues no hay una base teórica ni filosófica que sustente esa tradición. Es, más que nada, una coincidencia temática y técnica. Por lo tanto, eso llamado pintura arequipeña no es una escuela sino un limitante geográfico cuyas coincidencias se dan principalmente en el uso de la acuarela como técnica y el paisaje como tema”.

¿Y qué pasa con esa generación de brillantísimos acuarelistas como Teodoro Núñez Ureta, Vinatea Reynoso, Mauro Castillo o Luis Palao? “Con la globalización y la facilidad para estar al día con lo que pasa en el mundo, los jóvenes pueden recibir múltiples influencias y expandir sus posibilidades creativas. Creo, finalmente, que esa predilección puede originarse en deficiencias académicas respecto al aprendizaje del dibujo de figura humana y anatomía. Hoy en día, después de muchas décadas batallando con ese discurso monocorde, de parte de varios artistas tales como José Ricketts, Ramiro Pareja, Miguel Espinoza y muchos otros, siento que hay un retroceso porque estamos volviendo a la tradición exclusivamente acuarelista y paisajista que no era el discurso dominante en los años 90”.

¿No hay jóvenes innovadores? “Los hay. Y es justo reconocer a esos jóvenes que valientemente están apostando por una pintura diferente que incorpora la figura como principal motivo. Pero lamentablemente no tienen todo el apoyo que necesitarían, pues las instituciones financian y apoyan mucho los concursos de paisaje de acuarela al aire libre, lo cual no está mal, pero considero que debería ampliarse el espectro para apuntalar igualmente otras manifestaciones”.

¿A qué maestro histórico arequipeño rescatarías? “En principio, a mi maestro del colegio, Julio César Morales Velarde, que además fue maestro de Vinatea Reynoso. A pesar de no haber tenido mucho contacto con pintores en general cuando era joven, me influenciaron posteriormente Miguel Espinoza y Ramiro Pareja, quienes tuvieron residencia europea por varios años. Creo no haber seguido la tradición imperante en la pintura arequipeña durante mi juventud, no recibí mayor influencia de ella. Yo estaba muy interesado en pintores como Rembrandt, Vermeer, Velázquez, Turner, Hopper, Wyeth, etc. Y posteriormente en pintores más contemporáneos como los expresionistas abstractos y algunos realistas no tan conocidos”.

Así las cosas, Córdova sigue enseñando y estudiando pintura. Bebiendo del cine, la música, la literatura y de sus viajes. Inmerso entre la abstracción y lo figurativo --objetos cotidianos, paisajes y gestualidad en tus figuras humanas—, ¿seguirás pintando así hasta el fin de los días? “El proceso creativo es dinámico, por lo tanto, es difícil predecir con exactitud lo que uno va a pintar en el futuro. Sin embargo, cuando se encuentra un lenguaje personal, esas son las bases sobre las que se construye tu obra. Las formas pueden ir cambiando, pero la esencia creo que se va a mantener”, remata.

Lugar: La Galería

Dirección: Conde de la Monclova 255 - San Isidro.

Inauguración: 14 de agosto, 7 p.m.

Hasta: 7 de setiembre.

Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 p.m.; sábados de 3 a 7 p.m.