Universos simbólicos, formas paródicas y múltiples capas de significado para un libro de 450 páginas impreso y distribuido solo en Inglaterra por una editorial londinense de escaso tiraje. Eso es Cristóbal, la novela de Gabriel Núñez del Prad (36), escritor peruano que escribe un fresco inédito en nuestra literatura realista.
El protagonista de la novela epónima, sus personajes sucedáneos y la climática que lo rodea constituye un corpus que desborda el espacio físico. En el núcleo de este esoterismo y de sus búsquedas está la identidad peruana, que no se presenta como algo unívoco o homogéneo, es un rompecabezas en el que se reflejan las voces de un país inabarcable. Conversamos largamente con su autor.
En Cristóbal, la religiosidad andina parece funcionar como un sistema de interpretación simbólica. Desde una perspectiva hermenéutica, ¿cómo crees que esta religiosidad permite releer tanto lo andino como la Lima moderna? ¿Es una religiosidad que pretende universalidad o se prefiere intrínsecamente peruana?
Toda religiosidad es un sistema de interpretación simbólica. Es imposible desligar a Lima de lo andino, pues en Lima es donde conviven y se mezclan todas las herencias heterogéneas que nos enriquecen como país. De manera similar, es imposible desligar a Cristóbal de Lima, pues él también (el libro), como buen hijo de su ciudad, es el resultado de herencias heterogéneas. Más allá de toda religiosidad existe la necesidad inherente al ser humano de profundidad (espiritual), y esa necesidad es universal.
Cristóbal, ciertamente, desborda eso que se conoce como “la novela de Lima”, si tal cosa existe. Ecos borgianos y resonancias de la más profunda humanística europea resuenan en sus páginas. ¿Cómo construyes la intertextualidad y qué lugar ocupan las referencias literarias explícitas y las sutiles? ¿Y cómo dialogas con la tradición narrativa peruana?
Somos lo que leemos y cuando escribimos, lo leído brota como parte de lo que somos. Uno no necesariamente construye intertextualidad; las referencias manan –florecen– de manera orgánica y es el lector quien puede (o no) reconstruirlas en base a sus experiencias previas. Cada lector interpreta un texto para sí mismo basándose en sus propias experiencias. Más que dialogar con la tradición a la que pertenece, una novela debe cuestionarla y al cuestionarla revivirla, para que así dicha tradición pueda ser reinterpretada.
El uso del quechua y las expresiones en latín e inglés otorgan una textura única al lenguaje de la novela. ¿Cómo equilibras esos lenguajes en la creación de un sentido de autenticidad o dislocación cultural en tu narrativa?
A mi parecer una novela no debe limitarse a describir ciertos aspectos de una realidad determinada, más bien debe ser un intento (fallido o no) de descifrar un mundo en su totalidad. Por mundo entiéndase todos los contextos socioculturales en los que se desenvuelven los individuos retratados en un relato. Es impensable describir a Lima (sobre todo a la Lima del siglo XX y XXI), dejando de lado el idioma de nuestros ancestros, tanto como es imposible pensar en el mundo de los últimos setenta años sin el uso del inglés, o concebir la sociedad occidental sin la influencia del latín.
El runasimi, además de su uso como lengua simbólica, puede leerse como un acto de resistencia cultural frente a las hegemonías. Y gatilla subversiones varias, más allá de las narrativas tradicionales. ¿Cómo te capturó la dimensión sonora y poética de nuestra lengua ancestral para crear una experiencia narrativa inmersiva de tales dimensiones?
Hoy en día, pretender preservar y mantener nuestra cultura e historia, respetando su integridad, es casi un acto subversivo.
Vengo de una familia con un arraigo muy fuerte a nuestra tierra y un amor muy grande a nuestra cultura. Desde muy pequeño mi padre me enseñaba palabras y frases en quechua; recuerdo, por ejemplo, que uno de los perros que tuve de niño se llamaba alqo, por antonomasia. Durante mi adolescencia comencé a estudiar gramática quechua de manera autodidacta y siempre me ha fascinado el lirismo al que se debe recurrir para expresar deseos y emociones. Es una lengua inmensamente bella e inseparable de nuestra identidad como país.
¿Cómo articulas los diferentes niveles narrativos de la novela, especialmente la interacción entre lo mítico, lo filosófico y lo realista? ¿Y las relaciones de poder y conocimiento entre los personajes, especialmente en el triángulo Cristóbal-Segismundo-Chouchouï?
Los seres humanos tenemos una propensión innata a mitificar, lo hacemos en todos los niveles posibles: al enamorarnos o al entregarnos con entusiasmo a una pasión, sea ésta hacia una persona, una banda musical, el futbol, o Dios. La filosofía es, en parte, un intento de racionalizar y ordenar nuestra propensión hacia lo mítico.
El trazado de paralelismos y divergencias entre las tradiciones culturales limeñas, andinas y cosmopolitas es notable. ¿Cómo crees que dialoga Cristóbal con otras narrativas de migración cultural, tanto en la literatura peruana como en la mundial?
Es una buena pregunta. Lo que yo siento y prefiero es que esos paralelos los encuentren y exploten los lectores.
¿Cómo organizaste narrativamente las "revelaciones" del protagonista para que el lector comparta ese viaje hacia lo desconocido? ¿Con qué estructuras evitas que el esoterismo se convierta en mero exotismo?
Cristóbal nació de una manera bastante natural. Los cincuenta y tres relatos que conforman el libro fueron escritos por separado, pero siempre teniendo presente que todos pertenecían a una misma narración.
La marginalidad en Cristóbal es un espacio de revelación. Sus experiencias se convierten en puntos de acceso al conocimiento hasta el punto de elevar lo marginal hacia espacios de centralidad simbólica. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?
Si entendemos lo marginal como los extremos, podría afirmarse que es precisamente en los extremos de la sociedad (sea arriba o abajo) donde el individuo tiende a vivir más intensamente. El centro, término medio o aurea mediocritas, sostiene el status quod e impide el cambio, deteniendo los procesos evolutivos. Los extremos tienden a ser convulsos y es en ellos donde sucede la acción que nos propulsa fuera de nosotros mismos como sociedad.
La presencia de filósofos y chamanes sugiere un cruce entre pensamiento racional y esotérico. En esta suerte de intertextualidad filosófica, ¿qué autores o corrientes filosóficas influyeron en la construcción de estos personajes como mediadores del conocimiento?
Creo que todo lo leído converge a la hora de escribir.
¿Quién/cómo es el lector ideal de Cristóbal y qué esperas que descubra en este cruce de mundos?
Mi esperanza, tal vez inocente, es que cada persona que lea Cristóbal, pueda encontrar algo de sí misma en sus páginas – algo, aunque sea una frase aislada.
¿Cómo sitúas tu novela en el marco de una narrativa peruana que busca proyectarse globalmente (cosa que es un mérito o un demérito)?
Uno, como escritor, siente la necesidad de escribir y de compartir lo escrito con los demás. Creo que esa clase de categorización le corresponderá al lector que se interese lo suficiente.
¿Cómo entiendes el concepto de "lo mágico"? ¿Es una herramienta narrativa o una forma de explorar verdades universales?
Lo mágico puede ser entendido como la canalización de una intención. Todo esfuerzo que da un fruto es un acto mágico.
¿Tenías en mente algún tipo de lector mientras escribías una obra con tantas capas culturales y lingüísticas?
No, pues creo que cualquier trasfondo cultural basta para entender los otros: la experiencia humana es siempre análoga, sin importar el contexto.
En el proceso de escribir Cristóbal, ¿qué descubriste sobre ti mismo como autor y como persona?
Más que descubrir, siento haber reafirmado el sentimiento de que todo lo que sucede tiene una razón de ser y que esa razón siempre nos supera.
¿Qué significa ser escritor joven y peruano en Londres?
Me atrevería a decir que la juventud en Londres es más corta que en otros lugares, aquí quienes pasamos de treinta ya no somos vistos como jóvenes. Ser peruano en una ciudad como Londres es moverse entre la pertenencia y la no pertenencia; es vivir en un limbo en el cual uno redescubre sus propios defectos y virtudes impuestos por la cultura de la que uno proviene. Uno aprende a elegir y a quedarse con lo más rescatable de lo que nos ha sido inculcado. Además, en una ciudad de la magnitud de Londres las posibilidades de aprendizaje a niveles diversos de interacción cultural son infinitas.
¿Qué significa publicar en una editorial pequeña, en edición limitada y firmada por el autor, a la vieja usanza?
Significa la libertad de ofrecerle al lector (como quien le ofrece un regalo) el reflejo más próximo de lo que uno visualizó como resultado final. El tener la potestad de decidir la diagramación, el diseño de cubierta y la encuadernación, o cómo debían ser impresas las ilustraciones del artista peruano José Manuel Barahona Pérez (las cuales tienen un papel muy importante dentro de la narración), son cosas que hubieran sido difíciles de lograr si la primera edición del libro hubiera sido publicada de otra manera.
¿Qué debería aportar Cristóbal al diálogo cultural y literario en el Perú y en el extranjero?
Yo soy feliz si cada lector encuentra en Cristóbal una oración memorable – con una sola es más que suficiente para mí.
¿Cómo visualizas el lugar de Cristóbal dentro de la tradición literaria peruana? ¿Qué te dijo Bryce?
Bryce, con quien comparto la fecha de nacimiento, es enormemente cálido y amable y me felicitó cuando le llevé un ejemplar a su departamento. Me aseguró que lo leería. Cuando vuelva a Lima lo visitaré nuevamente para preguntarle qué opinión le merece.
¿Estás escribiendo algo nuevo? ¿Qué?
Sí, trato de escribir todos los días. Hay una idea que ronda mi cabeza desde antes que Cristóbal fuera dado a la imprenta; es también sobre el destino de un ser humano en el que convergen los destinos de muchos otros. Ya han comenzado a caer sobre el papel párrafos esquivos. A la vez estoy traduciendo a un poeta casi olvidado y pienso publicar una selección de sus poemas el próximo año.