Vayamos al grano: aquí se condensa una ontología de la mirada que parece descender de una línea hereditaria que va de Alberti a Heidegger, de la proporción áurea al “habitar poético” del espacio. La fotografía no como herramienta de documentación ni de nostalgia: es una forma de enfrentar el ruido del presente. Un dispositivo epistémico que interroga lo que la arquitectura deja sin decir. Y todo eso en “Materia estática”, la muestra que inaugura Diego Alvarado.

El mismo que se posiciona, más que como flâneur benjaminiano, como un testigo en vigilia. O tal vez un vigía que observa sin intervenir, pero que registra con una devoción casi mística el momento en que el concreto revela su alma mineral. Sus encuadres —purísimos, casi ascéticos— son variaciones de un mismo gesto: la tentativa de oír la voz de lo inerte. Así, como en la Fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty, cada edificio es cuerpo sensible, carne espacial, interface entre la geometría y la emoción.

Las estructuras capturadas —del Young Museum de San Francisco al edificio El Consorcio en Lima— semejan umbrales metafísicos que no representan un lugar, tal vez un estado del ser. A través del formato, el soporte y la luz, Alvarado practica una estética del descentramiento: nos expulsa del centro humano para devolverle agencia al muro, al ángulo, a la sombra. Hay en su trabajo una relación secreta con el minimalismo de Donald Judd, pero también con la desolación radical de De Chirico. He ahí esa melancolía que emana de las plazas vacías, los volúmenes mudos y los cielos deshabitados.

“Materia estática” podría leerse también como una versión visual del Ser y Tiempo: aquí, el espacio no es decorado ni telón de fondo. Es el drama. Las texturas, las repeticiones rítmicas, los cortes abruptos y las simetrías tensadas son síntomas de una filosofía visual que intuye que toda forma es ideología y que cada edificio —como quería Lefebvre— produce y codifica una forma de vida.

El uso del papel de algodón Aquarelle, con su grano palpable, tampoco es un capricho matérico. Es el soporte lo que ancla la imagen en lo ritual, lo que la aleja del vértigo digital y la inscribe en una liturgia del tiempo lento. Alvarado imprime y al hacerlo consagra. Cada imagen deviene en reliquia, en fragmento de un mundo al cual acercarse y contemplarlo en silencio.

En su conjunto, “Materia estática” articula una teología laica del espacio. No hay sujetos, no hay movimiento, no hay narración. Solo la persistencia espectral de lo construido. Y, sin embargo, nada está muerto. Lo estático respira. Y respira como si nos invitara —con la solemnidad de los templos y la precisión de un haiku— a deshabitar el ruido y a habitar, por fin, la forma.

Muestras: Materia estática de Diego Alvarado y Estudio de la caída de una hoja de Lina Leal.

Lugar: La Galería.

Dirección: Conde de la Monclova 255, San Isidro

Fechas: del 10 de julio al 9 de agosto.

Entrada: Libre.