Desde los frescos matemáticos de Paolo Uccello hasta las arquitecturas ilusorias de M.C. Escher. Desde la pulsación cromática de Bridget Riley hasta las vibraciones cinéticas de Carlos Cruz-Diez y Jesús Rafael Soto, la historia del arte ha estado atravesada por una obsesión persistente: la visión como acontecimiento. He ahí una genealogía que une a eruditos medievales con pioneros modernistas, a monjes iluminadores con ingenieros del movimiento.
Allí también se ubica la obra de Patrick Tschudi (Lima, 1973), quien en su nueva exposición Transitar la Luna convoca el legado óptico para reorientarlo hacia un territorio más íntimo y metafísico. Ya Aby Warburg advertía que “toda imagen es un fantasma de supervivencias” y es en ese linaje donde Tschudi trabaja: las formas geométricas como sobrevivencias arcaicas de la percepción humana.
Su investigación sobre los patrones entópticos —esas figuras internas que el ojo humano fabrica en estados particulares de conciencia— lo sitúa en una tradición que une el pensamiento de David Lewis-Williams, las cosmologías indígenas y las primeras teorías sobre el origen del símbolo. Pero Tschudi no es un artista arqueológico, es un cartógrafo del presente. O, como diría Georges Didi-Huberman, alguien que entiende que “la imagen no nos muestra lo que fue, sino lo que insiste”.

Las cuatro fases
Y esa insistencia es, en su obra, el patrón. El patrón como ritmo interior, como huella biocultural, como estructura que atraviesa civilizaciones en una tradición óptica que nunca desapareció. En el arte contemporáneo, artistas como Anoka Faruqee, Tauba Auerbach o Gabriel Orozco han expandido la investigación visual hacia el límite donde la forma deja de representar y empieza a vibrar.

Tschudi se inscribe en esa constelación, pero su órbita no busca desorientar la mirada, más bien despertarla. Si las estructuras ópticas de Riley trabajan en la retina y las de Soto en el espacio físico, el artista peruano hace foco en un tercer nivel: la memoria perceptual donde la geometría es antes eco que ilusión. Tal vez por eso en Transitar la Luna el artista articula cuatro movimientos que funcionan como fases:
1. Tramas (el campo vibratorio): Aquí, la repetición se convierte en respiración. Grandes superficies donde la geometría opera como un tejido cognitivo. Son mapas mentales que recuerdan lo que Rosalind Krauss definió como “estructuras primarias del pensamiento visual”, aquellas que anteceden al lenguaje.
2. Deconstrucción / Reconstrucción (la arqueología de la forma): Enchapes de madera sobre MDF fragmentan el signo, lo vuelven ruina, lo recomponen. Esta operación recuerda a Derrida, pero también a la lógica ritual: desarmar para comprender, fracturar para escuchar.
3. Encuentros (la fricción entre temporalidades): La madera ancestral y la pintura contemporánea se enfrentan en una tensión productiva. Tschudi trabaja —como diría Bourriaud— desde una lógica “radicante”: raíces que no fijan sino que se desplazan.
4. Transitar la Luna (la interfase mediática): Revistas de 1969 caladas como filigrana dialogan con patrones ópticos de resonancia ancestral. Boris Groys afirmaba que el arte contemporáneo convierte “el ruido en señal”. Tschudi hace precisamente eso porque extrae del archivo mediático una nueva forma de ver la Luna, no desde la hazaña tecnológica sino desde su resonancia interior.

Estética del tránsito
“La vida es el tránsito entre la razón y el inconsciente”, confiesa Patrick Tschudi. Esa frase es clave para leer una muestra donde el satélite natural aparece como metáfora del movimiento entre mundos perceptuales. Esto es, el consciente racional —la historia, el registro mediático— y el inconsciente ancestral —el símbolo, el patrón, la visión—. En sus palabras, “las geometrías que se manifestaron en trabajos introspectivos son las mismas que encuentro en culturas antiguas”.
Así, el conjunto Transitar la Luna desborda la metáfora astral y se transforma en un método para pensar. En un puente entre tiempos, entre formas y entre estados del ser. En un espacio donde la geometría ordena y recuerda. Donde el astro ilumina y revela. Y el espectador, inevitablemente, se convierte en un viajero que comprende que la órbita es trayecto y retorno, el regreso a la memoria primera, aquella que antecede al ojo y funda la mirada.
Un viajero que descubre la arquitectura secreta de su propia percepción, allí donde el tiempo se curva y el símbolo respira.
Lugar: Galería Forum
Dirección: Larco 1150, Miraflores
Fechas: del 3 de diciembre al 3 de enero 2026
Horario: De lunes a sábado de 11 a.m. a 7 p.m.